solo un tema por semana,
y con que le guste al diyei alcanza

lunes, 26 de agosto de 2013

[44] Lejos está lo que estoy buscando

“Patri” de Los Caballeros de la Quema, en su álbum Manos vacías (1993) y
“Chino” de Mancha de Rolando, en su álbum Espíritu (2006)


Acá termina hoy mismo, por razones de fuerza mayor (bah: porque me canso), la serie dedicada a Rock del Rioba. Sé que me fui por las ramas en semanas anteriores, pero esta vez nadie me va a protestar que estos temas no son lo suficientemente barriales y/o roqueros.

Y sí, es una entrega doble: dos temas por el precio de uno. Es un exceso, me doy cuenta. Pero no podía decidirme por ninguno de los dos títulos: uno (“Patri”) tiene una letra que me encanta, pero no soporto lo mal que está cantado (una cosa es desafinar, como 2 Minutos o Luca Prodan: otra cosa es, como hacen Los Caballeros de la Quema, cantar para el culo como una forma de linkear a www.soybiendebarrioycantarbienesdecaretasputos.com.ar). El otro tema, Chino, tiene una letra con menos vuelo, pero su sencillez está musicalmente muy bien lograda (y tiene un videoclip interesante, de paso).

No podía decidirme, y me di cuenta que los dos temas trataban sobre lo mismo: un viaje de salida, el abandono del barrio. Así que los mando a los dos, como si fueran gemelos de padres y madres diferentes (pero nietos del mismo abuelo) y arréglense ustedes, si quieren, con ellos.




Porque el barrio, a pesar de lo que podríamos haber pensado en virtud de las canciones previas, no es ninguna maravilla, sino un lugar más bien maldito, por momentos insufrible. Ser pobre y sin perspectivas no es, por inevitable, glorioso (“Jamás podré elogiar a mi pobreza / tan solo es el cristal de mi pasado”, la Bersuit, en “Al olor del hogar”). Pululan la guerra, las caras de culo, los turros manolargas y otras desgracias, como tener que cenar con un pobre alfajor (hoy en día hay opciones peores que el guaymallén, pero en 1993 podríamos consensuar que no había alfajor más triste). Patri llega a pensar en robar un cuchillo, lo cual no puede terminar en nada bueno (porque no creo que quiera el cuchillo para cortar apio en brunuá).

Y entonces, a Patri o al Chino se les prende la lamparita y piensan: Tengo que irme de acá. No importa dónde, siempre y cuando sea bien lejos (La Paternal, Yugoslavia o Madagascar son opciones equivalentes: lo importante es que sea bien lejos de aquí). ¿Por qué? Porque “lejos está lo que estoy buscando”. Ojo: eso no significa, de ninguna manera, “estoy lejos de hallar lo que busco”, sino “estoy cerca de hallarlo: tan solo necesito irme muy lejos”.

Patri, hastiada de esa vida que se le hace “demasiado puta”, transita por última vez las malditas calles del barrio buscando un medio de transporte y piensa que necesita un amigo nuevo, que la ayude a escapar (por ejemplo, vendiéndole la droga barata).

Y lo encuentra, para mí, en la siguiente canción, la de la Mancha de Rolando: propongo que la Rubia coprotagonista es Patri, que aunque no consiguió un bondi a Sarajevo ni un metrobús a Paternal, sí halló un Falcon 73 con un chino adentro, dispuesto a llevarla bien lejos, por el bien de los dos.

El videoclip de “Chino” nos muestra a una Rubia que no es rubia, y a un Chino que no es chino (ni siquiera tiene los ojos mínimamente achinados).

Para reforzar mi teoría de la interconexión de estos dos temas, la Rubia-morocha del videoclip de “Chino” comienza, antes de que suenen los primeros palillos de batería, escribiendo, como Patri, un mensaje final en el espejo del baño. Y no la está pasando bien, como pueden apreciar. La Rubia recibe, de un cartero de traje, una carta de cielo, con una reflexión bastante filosófica (y bastante poco de barrio) sobre los extremos de los arcoiris y otros conceptos que bien pudiera haber ideado Patri después de un buen tamilán (psicofármaco estimulante del sistema nervioso central).

Pero ella llama al Chino, se pone su mejor vestido (que le valdría un aufidersen en cualquier ronda de Proyect Runway) y emprenden viaje juntos. El video es una road movie concentrada en tres minutos: ellos dos, mientras salen del barrio, se coquetean, se quieren, se pelean, se hieren, se separan y, finalmente, lágrima mediante del Chino (trasmutada en cielo de carta y reflexión final de arcoiris subtitulada, al estilo del videoclip de “Everybody hurts” de REM) se reconcilian.

Y lo que es más importante, se van del barrio por fin. Lo que no significa traicionarlo (como sucede en “Ya no sos igual”, de 2 Minutos: allí, Carlos no traiciona al barrio por irse, sino por seguir en él pero cambiándose de bando, volviéndose un buchón). Eso deja abierta la puerta para un eventual regreso, como en los tangos (¿cuántos tangos hay que se centren en el retorno al barrio? “Miles y miles”, podría decir, parafraseando a Mancha de Rolando.

Hablando de eso: la declaración de principios repudiando a las bandas de rock “que buscan ganar dinero y a las que todo les chupa un huevo” opuestas a aquellas “que buscan la claridad” es bastante mala onda, porque una cosa no necesariamente implica la otra. Una banda bien podría ser fiel a sus principios y querer (y hasta lograr) ganar dinero mientras busca su propia “claridad”. Creo que Mancha de Rolando podría haber ajustado la letra levemente, diciendo “miles y miles de bandas de rock SOLO buscan ganar dinero”, y así quedaría clara la diferencia entre los que tienen una mínima ética y/o búsqueda musical y aquellos que no (por ejemplificar: todos los reguetoneros del universo, que entre todos se chupan el mismo, un único huevo, ya muy gastado).

Reflexión cuasi final: díganme si los títulos de los dos discos, Manos vacías y Espíritu, no son graciosamente complementarios.




Patri
Patri se va, vende los anillos de la abuela y se va,
carga en el bolso al gatito y al tamilán.
Patri se va, no saluda a nadie y se va,
escribe en el espejo del baño "los odio, chau”.

Busca un tren que la escupa bien lejos:
Ciudad Evita o Madagascar.

Necesito un amigo nuevo
que la venda buena y barata,
la noche se hace demasiado larga
con un guaymallén de cena.

Necesito un amigo nuevo
que la venda buena y barata,
la noche se hace demasiado larga
con un guaymallén de cena.

Patri gasta las veredas y se siente más vieja,
ya sabe de memoria las caras de culo del maldito barrio.
En cada laburo hay un turro que la estafa y le toca las tetas.
Está pensando en robarse un cuchillo.

Busca un bondi que la escupa bien lejos:
Yugoslavia o la Paternal.

Necesito un amigo nuevo
que la venda buena y barata,
la noche se hace demasiado larga
con un guaymallén de cena.

Necesito un amigo nuevo
que la venda buena y barata,
la vida se hace demasiado puta
con un guaymallén de cena.




Chino

Una rubia y un chino buscan asilo
en un falcon 73.
No conocen más que la soledad,
pero quieren salir a ver.

Él, cansado de tanta guerra,
decide vender sus piernas;
ella solo quiere irse a la mierda
porque nadie la vio crecer.

Miles y miles de bandas de rock
buscan ganar dinero,
solo algunos persiguen la claridad:
a otros todo les chupa un huevo.

La rubia le dice al chino
"Dame el vino, que está frapé,
a la noche pasan `Busco mi destino´
y yo no quiero mirar tevé”.

Es que de ahora en más viviré viajando
lejos de todo lo que me hace mal,
lejos está lo que estoy buscando.

"Cuidado, no soy tu amigo:
viajamos juntos alguna vez”,
“A la noche yo tengo frío”,
la rubia dijo y se echó a correr.
Es que quiere alguien que esté con ella
y que le dé un poco más de bola. 
Le pidió un regalo a los Reyes:
un hombre que nunca,
pero nunca la deje sola.

Dijo: de ahora en más viviré viajando
lejos de todo lo que me hace mal,
lejos está lo que estoy buscando.
Uh…

Es que de ahora en más viviré viajando
lejos de todo lo que me hace mal,
lejos está lo que estoy buscando.

Una rubia y un chino buscan asilo
en un Falcon 73.
No conocen más que la soledad,
pero quieren salir a ver.

Es que él, cansado de tanta guerra,
decide vender sus piernas;
y ella solo quiere irse a la mierda
porque nadie la vio crecer.

Miles y miles de bandas de rock
buscan ganar dinero,
solo algunos persiguen la claridad:
a otros todo les chupa un huevo.

La rubia le dice al chino
"Dame el vino, que está frapé,
a la noche pasan `Busco mi destino´
y yo no quiero mirar tevé”.

Es que de ahora en más viviré viajando
lejos de todo lo que me hace mal,
lejos está lo que estoy buscando.

Viajando, uoh.


Eso es todo por hoy. 

Mi hermana Pata (la quinta, la abogada sentimental) cree que yo todavía sigo estudiando para Profesor de Canto en el conservatorio municipal (pobre, no sabe que dejé hace dos años y medio), y se ofreció a bancarme económicamente mi viaje de posgrado a Gran Bretaña. Mi hermana Peta, aprovechando sus dotes como bailarina y su don de gentes, me adelantó los trámites de visados y demás. Y mi hermana Peti me hizo una tarjeta de despedida, cortada con tijera de zigzag y decorada con brillantina y mostacholes.

Así que yo también me iré muy lejos del barrio, esta misma noche. De ahora en más, viviré viajando.

Se imaginarán que no haré ningún posgrado: viajo solamente para ajustar algunos detalles de mi próximo posteo. Y porque sé muy bien que hoy repiten “Busco mi destino”, pero tampoco quiero mirar tevé.

Hasta el infinito y más allá,


DJ Vago

lunes, 19 de agosto de 2013

[43] Veo veo

“¿Qué ves?”, de Divididos, en su álbum La era de la boludez (1993)



Volví a vagar.
Luigi Pirandello, en 
El difunto Matías Pascal, cap. XVI.


En el ferrocarril General Vago, el ramal Sumo vía Barrio te lleva hasta Divididos. Pueden protestar todo lo que quieran: las afirmaciones tajantes y las clasificaciones me sirven (como a los científicos de la Universidad de Michigan) para decir cualquier barbaridad impunemente (más, cuando estoy por comentar un tema del disco La era de la boludez). Y que me vengan a buscar, si tienen ganas.



Suponiendo entonces que este es un rock de barrio (y lo es aquí, en tanto constituye el tercer peldaño de la serie Rock del Rioba), tiene, al igual que los anteriores ejemplos, un planteo filosófico relacionado vagamente (ja) con la identidad y con la entrada y salida al-del lugar de pertenencia. En este caso, El Palomar, en el lejano oeste del conurbano bonaerense.

Divididos, también conocido como “la aplanadora del rock”, está formado por dos sobrevivientes de Sumo: Ricardo Mollo (voz y guitarra) y Diego Arnedo (bajo), a los que se sumó Catriel Ciavarella en batería.



 “¿Qué ves?” es probablemente su tema más famoso. Deben pulular sobre él decenas de interpretaciones y comentarios mucho más interesantes y acertados que el que voy a hacer, pero no tengo espíritu investigativo, así que ni siquiera me voy a molestar en guglear sobre el asunto.

Comienza memorablemente, con notas sueltas y recias de guitarra + bajo que marcan los tiempos, lentísimos, del compás, como queriendo arrancar en falso (al igual que el “guagua” de Troilo). Recién al tercer compás entra la batería, y recién al quinto, es decir ocho notas después, comienza la letra, que Mollo canta con una dicción casi castiza, pronunciando la “v” corta como maestra normal de los 50 y haciendo sonar las “d” finales como “t” semiescupidas, cuando dice “verdat”.

¿Qué plantea la canción? No lo sé. Pero poniéndome a adivinar, tiro que se dan una serie de datos sueltos, de escenas entrecortadas, de instantes desconectados, de frases hechas o de términos en jerga, que solamente tienen sentido en contexto y para determinadas personas (del barrio de El Palomar), pero desconocemos ese contexto y somos, claramente, de otro barrio. Vemos (oímos), por lo tanto, solamente un recorte de la realidad. Una versión diferente del otro, así como cualquier otra persona nos conoce en una forma distinta de como nosotros nos creemos que somos.

Como me dijeron que planteaba Pirandello, Machado (el de España) y algún griego esdrújulo antes que ellos:
· el espejo (en especial, el de la mirada de otra persona cuando nos mira) nos devuelve cada vez la imagen de alguien diferente;
· si hacemos rodar una naranja, cuando se detiene ya es una naranja distinta;
· nadie se baña en el mismo río dos veces, y algunos no se bañan dos veces en ningún lado;
· ya no sos igual, sosbuchón-sosbuchón-sosbuchón.

Digo: podría ponerme a interpretar qué podría ser “la prensa de dios”, y por qué lleva, como las revistas pornográficas o las de fútbol, “póster central”. O podría intentar dilucidar si Mollo dice “fía la chapita porrón en Palomar” (con lo cual hablaría de una almacenera a la cual le chifla el moño y por lo tanto les da cerveza sin cobrarles) o “vía la chapita-porrón-El Palomar” (como prefiero, porque me da más ferroviaria, la imagen, en tanto “chapa” se les dice a las locomotoras, y el verso hablaría entonces de un recorrido, lo que me viene bien para mi ridícula clasificación temática). Pero da lo mismo.

El estribillo retoma un juego infantil, el “veo veo”. Supongo que todos lo conocen, pero si no lo conocen, busquen las reglas en otra parte, por favor. Los espero.



¿Listo? Genial.

“Veo veo” es el juego infantil más fácil para hacer trampa. Alcanza con identificar una cantidad x de cosas de un color z en el campo visual, y decirle al rival que está equivocado x - 1 veces, o hasta que se canse.

[Digresión: hay otro juego en que es muy fácil hacer trampa: el ahorcado (que ahora se llama, por cuestiones de corrección política, “la persona que se sube a un banquito para probarse una corbata, porque tiene que ir a un casamiento”). Para ganar en el ahorcado (haciendo trampa) solamente hay que escribir esto:

_ A _ A.

Y a partir de ese momento, decirle al contrincante que todas las letras que elige para completar la palabra son incorrectas, hasta que se le acaben los intentos (“hasta que la persona se vaya al registro civil”), y entonces decir que la palabra elegida requería alguna/s de la/s letra/s que el contrincante no eligió, por ejemplo “zapa” (si él no propuso zeta ni pe; si no, cambiar por “mamá”, o “tata”, o “caca”, o “vaga”, o lo que sea). Fin de la digresión.]

Volviendo: es fácil hacer trampa en el veo veo porque cada uno ve cosas diferentes. Lo que veo yo no es lo que vos ves, y lo que cada uno interpreta el ver (oír) fuera de contexto a esos seres de barrio que van y vienen, alrededor de la estación del tren, tomando cerveza y jugando con naipes gastados, seguramente será verdadero, pero lo verdadero no es más cierto que la mentira, así como el bien y el mal, empatados, deben recurrir al azar para definir cualquier encuentro.

La única verdad tal vez sea la realidad, pero el problema es que la realidad, así con artículo, no existe. Hay cosas que suceden, y hay palabras; y las palabras son también cosas que suceden, en ocasiones tan sólida y fatalmente como balas de cañón. Y en esa línea (en esa vía), la mentira se diferencia de la verdad únicamente porque está última en la fila.

De todo eso habla, ponele, este tema. Lo dicho: un rock de barrio, claramente.


El videoclip es casi un calco del de “Ya no sos igual”, de 2 Minutos: ellos tres tocando en vivo, en blanco y negro, con imágenes semiquemadas. En el Oeste son más finos (y afinados) que en zona Sur, eso sí.




¿Qué ves?

El guagua de Troilo no quiere arrancar.
Falta envido y truco, chiste nacional.
"Estamos en vena", grita el mayoral
y pagás el vale un día después.

¿Qué ves? ¿Qué ves cuando me ves?
Cuando la mentira es la verdad.

La prensa de dios lleva póster central,
el bien y el mal definen por penal.
Vía la chapita porrón El Palomar,
cruzando la vía pa' poderla pasar.

¿Qué ves? ¿Qué ves cuando me ves?
Cuando la mentira es la verdad.

Vía la Chapita, porrón, El Palomar,
cruzando la vía pa' poderla pasar.

¿Qué ves? ¿Qué ves cuando me ves?
Cuando la mentira es la verdad.

¿Qué ves? ¿Qué ves cuando me ves?
La mentira es la última verdad.



No van covers esta semana, porque ningún cover (ninguno) suena decente, comparándolo con el original de Divididos.


Hasta la próxima última verdad, los saluda tramposamente,

D__    __A__O.



martes, 13 de agosto de 2013

[42] Chica pasa con temor, hombre sentado ahí

“Mañana en el Abasto”, de Sumo, en su disco After Chabón (1987)


Estuve a punto de titular este posteo “Una épica del instante”, pero después me dije que no podía ser tan caradura de hacerme el intelectual, así que le cedo el título ese a mi hermana la tercera, que está al lado mío, de visita, tomando unos mates.

Va pues, tarde y a regañadientes (es ya mi hora de la siesta), esta segunda entrega de la serie “Rock del Rioba”. Estuve pensando qué es lo que (para mí) define que una canción sea “de barrio”. Y llegué, nebulosamente, a la conclusión de que las canciones de barrio hablan, de una u otra forma, de un lugar preciso y de un viaje: alguien entra al barrio, o sale de él, o vuelve a él. Las personas vamos y venimos, pero el barrio, que siempre (aunque cambie) está en el mismo lugar, nos permite anclar en él una forma de ser, un tiempo preciso, un momento de nuestra historia. Digo mientras me bajo el tetrabrik de “Uvita” (faltando el Resero en el chino de mi cuadra).

“Mañana en el Abasto”, de Sumo, es una de las más notables canciones argentinas de la historia. Probablemente sea también una de las mejores canciones de rock en español de todos los tiempos (según, claro, qué definición le demos a los términos “rock”, “español” y, sobre todo, “mejor”).

Parece increíble decir eso de una canción armada sobre un único acorde de cuatro notas (re, fa sostenido, la, si). Y con una letra que parece escrita, como tarea para el hogar, por los alumnos de un curso inicial de castellano para extranjeros.

Pero así es, al menos en mi universo. Son libres de no coincidir: les juro que no me enojo.

Algo breve sobre Sumo. Banda de rock-reggae-dub-punk creada por Luca Prodan (italiano él, por si hiciera falta aclararlo), con Ricardo Mollo en guitarra, Alberto Troglio en batería, Roberto Pettinato (sí, el conductor televisivo…) en saxo, Diego Arnedo en bajo y Germán Daffunchio en la segunda guitarra. Hicieron juntos solamente tres discos, de los cuales After Chabón fue el mejor y el último. Porque Luca, poquito después de salir el disco, murió de un paro cardíaco causado por una cirrosis galopante, en diciembre de 1987.



Volvamos al tema. Es, indudablemente, muy simple. Como decía Prodan: “El rock tiene que ser simple: do acorde” (lo que no significa, aquí, “acorde de do”, sino “doS acordeS”, en dialecto Luca). Aquí, simplificando lo simple, le alcanza con un acorde solo, por el que viaja mínimamente, en un recorrido por las calles de uno de los barrios más tradicionales de Buenos Aires, el de Gardel (el argentino): el barrio del Abasto.

La canción está planteada como una letanía interminable de acciones mínimas, de imágenes que se suceden y se apilan. Cada verso tiene dos partes, como los hemistiquios del tema chino “Tu cuello verde” (¿se acuerdan?). Cada verso presenta un interrogante, una propuesta, y cierra con una conclusión-respuesta (“prótasis y apódosis”, me dice mi hermana con ese tonito nerd que usa ella, pero yo no recuerdo bien el griego). Y tal vez Prodan (cuya madre era china [hija de escoceses] ) conociera la canción del cuello verde, porque el suyo es un tema con un aire milenario también, mitológico. Una mitología de baldosa. Una Odisea de un día solo (“como la de Joyce”, sopla mi hermana, que hoy está insoportable).

Goyeneche, el genial cantor de tangos, despreciaba un poco el rock, pero reconocía que esta canción era la única que había sabido, fuera del tango, hacerle honores al Abasto, a pesar de que su autor no era argento sino tano.

Sin embargo, este tema no tiene nada que ver con un tango. Ni desde el ritmo (4/4) ni desde la melodía ni desde la onda, que es “alegre a pesar de todo”. Retrata una realidad mas bien decadente, el final de una era (el cierre del Mercado del Abasto, que poco después pasaría a convertirse en un enorme shopping).



Y es, como se adelantó, la historia de un viaje: un pequeño descenso a los infiernos, desde las alturas de un departamento (seguramente alquilado o prestado), pasando por las calles aledañas al Abasto, y llegando al subterráneo. La letra empieza con “Mañana de sol” y termina con “estoy en el subsuelo”. Dijo Luca Prodan, sobre su canción: “La letra es como una película. Así, bajando por el ascensor, caminando por la calle, la mina que pasa... Era perfecto para un video. Yo todas las mañanas bajaba por el ascensor y me iba a visitar a una amiga, a la que siempre despertaba con flores. Era una amiga mía, estaba mal y yo la despertaba con las flores. Y nada... Era ese recorrido por el Abasto. José Luis y su novia existían de verdad”.



También aparece, como en muchos temas de Luca, el rechazo de algunas personas hacia él y el asco que le generan, a su vez, esos “caretas”, paladines de una sociedad que uniforma, inculca a fuego ciertas ideas y aplasta lo diferente (“no vayas a la escuela / porque San Martín te espera”). Tiene que aclarar, el yo poético, que no es un “pelado loco”, del estilo de los que odia Bob Marley, y que se peló por obligación (no por gusto) y usa lentes para no lastimarse los ojos (a causa el sol y/ de mirar “caretas” sin protección).

Lo que no señaló Luca, de su propia canción, es que es kafkiana. Así como Kafka escribía en ese idioma alemán que sonaba raro, mal aprendido, desencajado, con palabras fuera de registro y sintaxis trunca (y que el 99% de los traductores, creyéndose que son geniales y que hacen lo correcto, “arreglan” para que suene literariamente “potable”, con lo cual casi nadie que leyó a Kafka en castellano leyó realmente a Kafka); decía, así igual escribe Luca, en oraciones sin artículos ni nexos, diciendo “bare”, “la calles”, “chica pasa con temor”, “hombre sentado ahí”. El lenguaje se vuelve algo extraño, que se va descubriendo a cada paso, y la caminata por las calles del barrio se siente como caminar por la Luna.

En ese mundo armado con cuatro notas y un puñado de palabras extrañadas, el barrio es el universo, y las escaleras del subte son un pasaje al infierno, pues alejarse del suelo es al mismo tiempo alejarse del cielo. Un cielo mediopelo pero soleado.



Y ya se acabó el agua del mate y llega el tren de mi siesta, así que la echo a mi hermana Pita y, metafóricamente, me echo a mí mismo de la presencia de ustedes. Abajo del tema original de Sumo, incluyo solamente un cover que me gustó, de Hilda Lizarazu con Mollo.



Mañana en el Abasto
Mañana de sol,                         bajo por el ascensor.
Calle con árboles,                     chica pasa con temor.
No tengas miedo, no:                me pelé por mi trabajo.
Las lentes son para el sol           y para la gente que me da asco.
No vayas a la escuela,               porque San Martín te espera.
Estás todo el día sola                y mirás a mi campera.
Tomates podridos                     por la calles del Abasto.
Podridos por el sol                    que quiebra el asfalto del Abasto.
Hombre sentado ahí                  con su botella de Resero.
Los bare tristes vacíos ya           por la clausura del Abasto.
José Luis y su novia                   se besan ahí por el Abasto
Yo paso y me saludan               bajo la sombra del Abasto.
Mañana de sol,                         bajo por el ascensor.
Calle con árboles,                     chica pasa con temor.
Parada Carlos Gardel                es la estación del Abasto.
Sergio trabaja en el bar             en la estación del Abasto.
Piensa siempre más y más,        será por el aburrimiento.
Subte línea B                             y yo me alejo más del suelo
y yo me alejo más del cielo, también.
Ahí escucho el tren                    ahí escucho el tren,
estoy en el subsuelo,                 estoy en el subsuelo.
Mañana de sol,                         bajo por el ascensor…



Lizarazu con Mollo:



Diyei saluda ahí,


DJ Vago

lunes, 5 de agosto de 2013

[41] Yo no necesito tiempo para saber cómo eres


“Ya no sos igual”, de 2 Minutos, en su álbum Valentín Alsina (1994)



Yo no necesito tiempo
para saber cómo eres:
conocerse es el relámpago.
(Pedro Salinas, en
La voz a ti debida, 1933).


Empiezo aquí la serie "Rock del rioba", para rock nacional (argentino). 

En su primer disco, 2 Minutos, banda argentina de punk-rock liderada por Mosca (Walter Velázquez, el cantante), se despachó con este tema memorable. El disco, Valentín Alsina, vendió 50.000 copias, lo que para el género punk latinoamericano es un montonazo y medio.



“Ya no sos igual” dura 3 minutos, y con eso le alcanza para ser el tema más largo del disco (en el cual la duración de casi todas las canciones hacen honor al nombre de la banda). Comienza con una base de batería en 2/4, a la que se suma una guitarra poco lúcida y un bajo que, tras largar ocho notas peladas, empieza en el segundo 24 a establecer la base rítmica, rápida e implacable, sobre la que viajará la canción. Veinte segundos después empieza la letra.

Que plantea una tragedia griega, si Eurípides hubiera titulado “La traición de Carlos” a una de sus obras (y tal vez lo hizo, pero se perdió).

El primer verso plantea, sintéticamente, el conflicto: “Carlos [se] vendió al barrio de Lanús”. Acá, el se es una partícula de énfasis interesado (debe haber un nombre más técnico, pero me da fiaca buscarlo), como cuando alguien dice “Ese DJ me criticó a Arjona” o “El jamaiquino se corrió todo, en las Olimpiadas”. O sea: no es que Carlos se entregó a Lanús, sino que él vendió al barrio: lo traicionó. A su barrio, ese que lo vio crecer (y otras cosas).

¿Y cómo lo traicionó? De la peor manera posible: convirtiéndose en un buchón, un policía. Porque podés cambiar de equipo de fútbol, de amistades o de clase social: pero en un barrio reo, hacerte policía es, parece ser, la peor traición.


De golpe, Carlos dejó de frecuentar a los amigos, dejó de ir al bar de la esquina y dejó de ir a la cancha del club del barrio (donde esos amigos van más a pelearse que a mirar los partidos). En vez de eso, Carlos patrulla, ahora, “molestando y levantando a los demás” (es decir, deteniéndolos, arrestándolos). Aparentemente, los “levanta” sin razón alguna; al menos, desde el punto de vista del yo poético, para quien los de su grupo son todos unos panes de dios.

Carlos incluso se mimetizó con los demás policías: ahora lleva bigote y un revólver calibre 9 (el arma de servicio). O sea: una traición completa, total. Porque el problema no es que Carlos sea policía (lo cual lo convertiría en un enemigo más), sino que Carlos antes era “de los nuestros”, y ahora es “uno de ellos”. Sabe los nombres, los códigos y los secretos del grupo, pero ahora los utiliza en su contra. Dante reservó para los traidores el más profundo de los círculos infernales, y 2 Minutos coincide en esa evaluación con el narigón poeta florentino.

Me hace acordar, este tema, a La naranja mecánica (yo vi la película nomás, pero supongo que en el libro pasa lo mismo), cuando Alex, ya liberado de prisión (y con su “tratamiento pacificador” a cuestas) vuelve a su barrio y se encuentra con que dos de sus antiguos compinches ahora son agentes de la ley, y lo fajan de lo lindo. La diferencia es que los “amigotes” de Alex no eran, en realidad, tan sus amigos, sino más bien subordinados en el escalafón de la patota. Carlos, en cambio, era uno más del grupo de Valentín Alsina (partido de Lanús): crecieron todos juntos, fueron desde siempre a la cancha del Granate, se encontraban desde siempre en el bar de Fabián…



La traición total requiere una venganza ejemplar, casi como una consecuencia inevitable. Lo sabe el yo poético, y lo sabe también Carlos. La canción expresa su amenaza sin ningún tapujo: “él sabe muy bien que una bala / en la noche espera por él”. Una noche cualquiera, una bala anónima va a terminar con Carlos, castigando su traición y poniendo justicia. Una justicia macabra, pero válida dentro del esquema de pensamiento barrial que se planteó de entrada en la canción, y desde tiempos inmemoriables en el lejano Sur del conurbano bonaerense. Solo la muerte es capaz de redimir a tremendo buchonazo.

El estribillo, escueto hasta la crueldad, abandona la tercera persona y se dirige directamente al susodicho Carlos: “Ya no sos igual, ya no sos igual, sos un vi-gi-lante de la Federal”. En la última sílaba de “Federal”, el cantante modula una nota (ra-a-al), en un exceso de lirismo que no vuelve a repetirse en el resto de la canción.

 “Vos sos buchón de la Policía Federal”, sigue recalcando el estribillo, y luego repite cuatro veces más, para que quede bien claro: “Sos buchón”, con tres sílabas que recuerdan, de alguna manera, el In your head iterado en la canción “Zombie”, de los Cranberries.

Eso sos vos. Si faltaste a la clase de nosce te ipsum, acá tenés igual la posta.

Escuché en un reportaje que Mosca (el cantante) contó que un año después de salir el disco, lo detuvo (solo “para molestar”, seguramente) un policía (no Carlos, por suerte), y en la comisaría, otro botón lo reconoció: “¿Vos no sos el que hizo la cancioncita esa de sos buchón sos buchón?”… A Mosca le corría, con razón, un sudor frío por la frente y hasta el final de la espalda. Pero ese buchón en particular tenía sentido del humor (o no había escuchado entera la canción), y Mosca sobrevivió.

El videoclip presenta unas imágenes de Fontanarrosa. Siempre me pregunté si él las dibujó especialmente para 2 Minutos, o si ellos las tomaron prestadas (literal o metafóricamente) al Negro. Me lo seguiré preguntando, porque me da fiaca investigar.

En síntesis, un tema bien en la línea del punk, dramático, lleno de profundos temas filosóficos y éticos para debatir, y la vez directo como un cross a la mandíbula, que seguirá sonando en mi Winco toda la semana (o hasta que me canse y salga a tomar algo al bar de Fabián).


Ya no sos igual

Carlos se vendió al barrio de Lanús,
el barrio que lo vio crecer.
Ya no vino nunca más por el bar de Fabián
y se olvidó de pelearse los domingos en la cancha.
Por la noche patrulla la ciudad
molestando y levantando a los demás.

Ya no sos igual, ya no sos igual,
sos un vigilante de la Federal.
So
s buchón, sos buchón,
sos buchón, sos buchón.

Carlos se dejó crecer el bigote,
y una nueve para él.
Ya no vino nunca más por el bar de Fabián
y se olvidó de pelearse los domingos en la cancha.
Él sabe muy bien que una bala en la noche
en la calle espera por él.

Ya no sos igual, ya no sos igual,
sos un vigilante de la Federal.
So
s buchón, sos buchón,
sos buchón, sos buchón.

Vos sos buchón de la Policía Federal.
Vo
s sos buchón de la Policía Federal.

Ya no sos igual, ya no sos igual,
sos un vigilante de la Federal.
So
s buchón, sos buchón,
sos buchón, sos buchón.





Además de la versión original, aquí va un desopilante cover por los Parraleños, en un ska casi cumbiado y mezclado al final con “With or without you”, de U2:



Sabiendo lo que es y lo que le espera, se despide hasta la próxima,

DJ Vago