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lunes, 5 de mayo de 2014

[77] Qué crecidita está, pobrecita

“Lamento della Ninfa”, de Claudio Monteverdi (1638), por Anna Prohaska (2013)




Para Susana Aime.


Esta semana, como segunda entrega de la serie “ella dice él dice”, hablaremos del “Lamento de la Ninfa”, un impresionantemente bello e inquietante madrigal de Monteverdi. Para darnos una idea, la obra tiene casi 400 años, pero suena muy contemporánea, mucho más que la mayoría de las obras de música clásica, incluidas las óperas.

Tanto es así que en los últimos años esta obra vuelve a estar en el candelero, y se produjeron versiones excepcionales. Por dar un ejemplo, la reciente película “Le Pont des Arts” (2004) tiene a este madrigal como omnipresente banda de sonido y eje conceptual. Y la versión elegida es de 2013, por la notable soprano Anna Prohaska, que está muy de moda en el universo de la lírica, y por algo es (los de Deutsche Grammofon no son nada giles, para elegir cantantes).

¿A qué se debe la actualidad de esta pieza? Creo que hay varios factores. Por un lado, es breve, de cinco minutos: apenas un poco más que un tema de Arjona o de Violetta. Pero con brevedad sola, por supuesto, no hacemos nada: hay un contrapunto de voces que dialogan mientras cantan, y un ritmo que se modifica y se amolda a la letra de los versos, a lo que está diciendo la Ninfa. En palabras del mismo compositor, ella, la Ninfa, “canta al tiempo del sentimiento”, frase que define más que bien una de las principales virtudes de esta obra.

En cuanto al género musical, este es un “lamento”. Esto significa no solo que la protagonista se lamenta, sino que participa de un género barroco extendido en el siglo XVII: piezas musicales que exploran la temática de la tristeza, la pérdida y el sufrimiento. En el mismo género, Monteverdi tiene el “Lamento de Ariadna”, y Purcell, el “Lamento de Dido”. Pero este lamento es lo más de lo más.



Dijimos que el ritmo se amolda a la letra; al mismo tiempo, la letra también se amolda a los sentimientos de la pobre Ninfa, de forma que ciertas palabras, ciertas frases, son repetidas una, dos o hasta tres veces, para enfatizar. Por ejemplo, en la primera estrofa, el apelativo “Amor” se dice cuatro veces, intercaladas por las palabras del Coro masculino; y “dónde” / “el traidor” (la referencia a “él”) se repiten también:

«Amor», decía.
«Amor», deteniendo el pie,
mirando el cielo,
«Amor, Amor,
¿dónde,
dónde está la fidelidad
que el traidor
que el traidor juró?»

El resultado es una pieza que, aunque bien estructurada, se siente y se escucha como algo plenamente flexible, cambiante, vivo.

El autor de la letra y libretista es un tal Rinnuccini, quien a pesar de su nombre poco serio era poeta oficial de los Medici. La historia del “Lamento de la Ninfa” es ultrasencilla y, a pesar de los tantos años, nunca pasa de moda. Es también, por ejemplo, la historia favorita de las canciones de Adele. Es el tema de Dido o, más modernamente, de “la costurerita que dio el mal paso”: ellos dos se enamoraron y se hicieron amantes, pero él inmediatamente la dejó por otra (con lo que en realidad comprendemos que la enamorada era ella, él estaba fingiendo nomás, para usufructuarla).

La Ninfa se lamenta por su enamorado infiel y por su amor perdido, y sus palabras se enmarcan en otras, masculinas, que van formando un diálogo con las suyas.  Pero esas voces masculinas no son las palabras de él, del “traidor”, sino los comentarios de un conjunto de varones, un Coro griego que presenta la situación de la ninfa, la va comentando a medida que se desarrolla, y le da un cierre, conteniéndola, manejando esa pena femenina, controlándola.

A un nivel superficial, esos varones se compadecen del sufrimiento de la Ninfa, parecen estar de su lado: no dicen nada a favor del amante infiel. Pero al escuchar la obra, a mí y a muchos otros comentaristas nos parece que hay otra cosa subyacente, otro matiz en esos comentarios. Cuando ellos, por ejemplo, dicen “miserella” (“pobrecita”), con esos cuatro tonos graves en escala descendente (la – sol – fa – mi) uno no escucha compasión, sino condescendencia (y no estoy hablando de mi madre). Como si ellos estuvieran hablando desde un pedestal, de la pobre infeliz. Y al mismo tiempo, también hay, a la vez que reprobación y ese aire de superioridad patriarcal, un interés cuasi erótico hacia la ninfa, una fascinación sutilmente lasciva, como esos viejos verdes repugnantes que ven a una adolescente y dicen “qué crecidita está la nena”. No sé, tal vez soy yo nomás que soy malpensado; aunque les aseguro (y lo comprobarán enseguida) que no soy el único en “leer” esto, en esta pieza musical de Monteverdi.

Pero en el contrapunto, la voz de la ninfa es absolutamente conmovedora, creíble tanto en su amor desesperado y desesperanzado como en su despecho hacia “ella”, la nueva amante. La Ninfa, estrofa a estrofa, va oscilando entre el odio hacia el amoroso traidor, el deseo de que regrese con ella, toma la resolución de que “ya no me atormentará más, lo juro” y luego, inmediatemente, se pregunta, inútilmente esperanzada “y si me alejara de él, ¿volvería a buscarme?”. Y concede que tal vez ella (la chirusa) tenga “una mirada más serena hacia él” (porque ella está atormentada), pero nunca tendrá su fidelidad ni besos más dulces, porque ella, a pesar de todo, lo quiere como nunca.

Bueno, podría seguir hablando, pero no es necesario. Pasemos a las versiones, comenzando por la elegida, la de Prohaska, que es la versión que musicalmente más me gusta, incluso más que la de Dessay y la de “Le Pont des Arts” (incluyo los links), porque enfatiza la dulzura y el dramatismo. 



La versión Prohaska viene con un videoclip que es una película, un cortometraje ultraheavy, prohibido para menores y más terrorífico que “El resplandor”. Si son impresionables, no lo vean, porque incluye imágenes sumamente perturbadoras de violencia de género. El director del film, Andreas Morell, interpreta igual que yo el “coro masculino” y sitúa a la Ninfa, enloquecida de amor, en un manicomio, donde tres seudomédicos “tratan” a la muchacha aparentemente “por su bien”, pero en realidad disfrutando de su sufrimiento. Después de vacunarla, sujetarla, reducirla, palmearla, lamerla, olerla y mirarla como a un bife de lomo, llegan al colmo del sadismo cuando le sirven un vaso de agua y se lo dejan en la mesita de luz… cuando segundos antes le pusieron una camisa de fuerza, con lo cual resulta imposible para ella beber del vaso. Cuando la dejan sola, la Ninfa recuerda a su enamorado, que se le aparece como si fuera un dios griego, un Mercurio, un Ares (la cota de malla de él es el único toque de color en todo el videoclip), pero enseguida esa imagen se trastoca y el Enamorado Divino se convierte en una Muerte Momia que podría ser hasta graciosa, si no fuera tan dramático e inquietante el resto del film. Hacia el final, cuando ella termina de cantar, se la ve libre y corriendo por las escaleras, pero es difícil interpretar eso como un happy end: esa liberación solamente pudo llegar con la muerte, pues la Ninfa está condenada a un eterno final infeliz. El clip se cierra con los “médicos” haciendo unos movimientos y gestos muy extraños, sin sentido, y cubriéndose la cabeza con bolsas de papel con agujeros para los ojos (haciéndolos semejantes a esa Muerte Momia Anónima que había aparecido antes)… todo eso no es nada simpático, sino muy tétrico. Pero en síntesis, es un gran videoclip, si se lo bancan.



Si no se lo bancan, van otras dos versiones buenísimas y mucho más light: la de la película del puente, y la de Dessay.



Lamento della Ninfa

Non havea Febo ancora
recato al mondo il dì,
ch’una donzella fuora
del proprio albergo uscì.
Sul pallidetto volto
scorgeasi il suo dolor,
spesso gli venia sciolto
un gran sospir dal cor.
Sì calpestando i fiori
errava or qua, or là,
i suoi perduti amori
così piangendo va:

«Amor», dicea.
«Amor», e ’l piè,
mirando il ciel, fermò,
«Amor, Amor,
dove, dov’è la fe’
che ’l traditor,
che ’l traditor giurò?»

Miserella.

«Fa che ritorni il mio amor
com’ei pur fu,
o tu m’ancidi, ch’io
non mi tormenti più.

Miserella, ah più no, no,
tanto gel soffrir non può.

«Non vo’ più ch’ei sospiri
se non lontan da me,
no, no che i martiri
più non darammi affè.

«Perché di lui mi struggo,
tutt’orgoglioso sta,
che si, che si se ’l fuggo
ancor mi pregherà?

«Se ciglio ha più sereno
colei
colei
colei che ’l mio non è,
già non rinchiude in seno,
amor si bella fè.

«Né mai sì dolci baci
mai 
mai
mai 
mai
da quella bocca avrai,
nè più soavi, ah taci,
taci, che troppo il sai.»


Sì, tra sdegnosi pianti,
spargea le voci al ciel;
così nei cori amanti
mesce Amor fiamma e gel
Lamento de la Ninfa

Febo no había todavía
revelado al mundo el día,
cuando una muchacha salió
de su propia casa.
Sobre su pálido rostro
afloraba su dolor,
y a menudo provenía
de su corazón un gran suspiro.
Andando sobre las flores
iba vagando, aquí, allá,
llorando de esta manera
su amor perdido:

«Amor», decía,
«Amor», deteniendo el pie,
mirando el cielo,
«Amor, Amor,
¿dónde, dónde está la fidelidad
que el traidor
que el traidor juró?»

Pobrecita.

«Haz que vuelva mi amor
tal como antaño fue,
o déjame morir, para que
no me atormente más.

Pobrecita, no puede más, ay no,
ya no puede soportar tanta frialdad.

No quiero ya que él suspire
sino estando lejos de mí,
no, no, él no me causará
más martirios, lo juro.

Pues al saber que por él ardo
él se siente orgulloso,
¿quizá, quizá si me alejara
él volverá a rogarme?

Si ella tiene una mirada más serena
hacia él
hacia él
hacia él que la mía,
no alberga en su seno,
Amor, una fidelidad como la mía.

Ni nunca tan dulces besos
nunca
nunca
nunca
nunca
de aquella boca tendrás,
ni más tiernos, ay calla,
calla, que bien lo sabes.»


Así, entre amargas lágrimas,
alzaba su voz al cielo;
así en el corazón de los amantes
mezcla Amor el fuego y el hielo.


En “Le Pont des Arts”:

Por Natalie Dessay:
https://www.youtube.com/watch?v=-qz2aj2oB68 



Bueno, eso es todo por hoy.

Acongojadamente se despide entre llanto,

DJ Vago


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